Aviones, lanchas y yatchs
Y automóviles lujosos,
Refinados, caprichosos,
Gustos de niño exigente;
Todo diste displicente
En un momento mejor.
De nada sirvió el amor
Brindado por mil mujeres,
No pediste pareceres
Te burlaste hasta de Dios.
Pendenciero bravucón
Tuviste fama de guapo,
Y ya te queda un harapo
De lo que fue un corazón.
Por llenarlo de emoción
Lo jugaste en la vida,
Como una ficha perdida
En el piso de un salón.
¿Y qué te quedó, varón?
De todo lo que ha pasado,
Un recuerdo prolongado
Que te invade el corazón.
Los años en sucesión
Se vengaron elocuentes,
Surcos hondos en la frente
Grabaron tu pesadumbre,
Y como una incertidumbre
A la suerte evocás hoy.
En el retiro obligado
De tu hacienda lugareña,
Pareces la contraseña
De lo que fue tu pasado.
Sos un fósforo apagado
Y lo que fue llama un día,
Quedó en la melancolía
De un amor no olvidado.
Testo: Francisco Urquiaga Musica: Marcos Brizzio Córdoba (Isaac Marcos Brizzio Córdoba)