Ya ves, hermano perro, que no echo ni una buena,

Se me torció la suerte, tirándome pa´ un lao,

Cuarteando en el pantano el carro de la pena

Me ha salpicao de lodo, estoy todo embarrao.

 

Volcá sobre mi angustia ese caudal sereno

Que te ha dejao, hermano, la civilización,

Enseñame a ser manso, enseñame a ser bueno,

Enseñame el secreto de tu resignación.

 

Quién pudiera lamerle, la mano al que castiga

Y pagarle con bondades, al que nos trata mal,

Y agradecer la soga con que la mano amiga

Nos ata a su capricho, cobarde y desleal.

 

Quien pudiera olvidarse del amor propio, hermano,

Del “qué dirán los otros”, de la murmuración,

Del castigo infinito de haber nacido humano

Con la angustiosa idea de la superación.

 

Testo: Celedonio Flores  (Celedonio Esteban Flores)
Musica: Carlos Mayel  (José Luis Anastasio)
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