Las campanas

Alegremente repicaron,

Para enterar a todo el pueblo

Que unidos para siempre están,

Dos seres que la dicha

Que largo tiempo ambicionaron,

Por fin hoy les sonríe, pronto

De aquí se alejarán.

 

En procura

De la felicidad soñada,

Adonde no haya nunca penas

Ni se conozca el sinsabor,

A vivir en el rancho

Que el hombre que ella tanto ha amado,

Edificó para que sea

El templo de su amor.

 

Mi copa de licor

Ahora voy a alzar,

Y beber sin cesar

Por ellos en su honor…

Porque hasta el nuevo hogar

Destinado a ese amor,

Jamás pueda llegar

Al mísero dolor.

 

Llevo dentro de mí

Un terrible pesar,

Y vengo hoy hasta aquí

Mis penas olvidar.

Me quiero divertir,

Beber alcohol, bailar,

Reír… mucho reír

Porque voy a llorar.

 

Yo también era dichoso,

Tenía un nido de amores,

Entre pájaros y flores

Y un arroyo caudaloso.

Allá, con mi compañera

Nos quisimos con pasión,

Mas la parca traicionera,

Me robó a la dueña

De mi corazón.

 

Las campanas

También tocaron aquel día,

Pero sus ecos tristes, eran

Anuncios de mortal dolor.

Es que había muerto aquella

A quien con toda el alma amaba,

Llevándose a la tumba fría

Recuerdos de mi amor.

 

Es por eso

Que, cuando siento las campanas,

La pena que me abruma aumenta

Y se me oprime el corazón.

Lloro y me acuerdo de ella

De aquel amor perdido,

De la que fue mi vida

Y mi única ilusión.

 

Testo e Musica: Enrique Lorenz e Aníbal de Iturriaga

Registrato da Ignacio Corsini con accompagnamento di chitarre.
(etichetta Odeón N° 18.527, 18-11-1927)
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